Un poco antes de que las elecciones en USA se decidan finalmente--sea en los conteos, en los tribunales, o en la violencia callejera--la pizarra de los resultados ya nos dice claramente que los dos estados federales donde Trump recibió el más alto porcentaje son West Virginia y Wyoming, con cerca de 69% cada uno (cerca de 600,000 y 160,000 votos respectivamente). Ambos se quedan cortos cuando los comparamos con el estado federal número 51 en la Unión, el Estado de Israel.
Las encuestas entre el público israelí antes de las elecciones en USA fueron muy correctas. Nadie dudó por un momento de los resultados: más del 70% de los israelíes apoyan a Trump frente a Biden. Israel también sobrepasa fácilmente en este aspecto a la población de cualquier otra democracia o semidemocracia del mundo más o menos civilizado. En términos de los líderes que ansían abiertamente la reelección de Trump, Bibi y sus allegados están en lista común con Putin, Bolsonaro, Duterte, Orbán y otros en esa liga.
Así como en USA, también en Israel hay por un lado quienes apoyan a Trump y lo admiran, especialmente por su personalidad y estilo. Por otro lado hay quienes se distancian de su estilo, o por lo menos se avergüenzan de apoyarlo públicamente, pero insisten en que Trump debe ser juzgado tan sólo por sus acciones y no por sus palabras. Desde esta perspectiva, ellos dicen, Trump ha sido un gran presidente con importantísimos logros a nivel nacional e internacional. Dentro de este último grupo se destacan, en Israel y entre los judíos del mundo, los que afirman de manera terminante y sin lugar a mínima duda que Israel nunca ha tenido en la Casa Blanca un amigo más cercano y más confiable, que haya hecho cosas más importantes y significativas para con nuestro país. Estoy en total desacuerdo con tales opiniones, y en este post me gustaría explicar por qué.
El apoyo masivo de parte de tantos israelíes al líder que ha contribuido, más que cualquier otro en las últimas décadas en este planeta, a destruir las bases del sistema democrático y de las instituciones internacionales, no es algo de lo que deberíamos enorgullecernos.
Empecemos por un punto de falta de cortesía, y hasta de respeto, para con nuestros amigos a lo largo de los años. Trump el mejor amigo de Israel en la historia? Olvidamos a todos los otros tan fácilmente? Por ejemplo, Truman, que apoyó nada menos que la creación del estado, o el envío masivo de armas en plena guerra de Yom Kippur a manos de Nixon (siguiendo la iniciativa de Kissinger), que fue nada menos que un asunto de vida o muerte para Israel en 1973. Y qué diríamos de George W. Bush Jr., en los ocho años de su presidencia? Mal amigo de Israel? Y Carter? Trajo a Israel el logro estratégico más importante de los últimos 40 años, si no más, la paz con Egipto. Y qué diríamos de Clinton? Ya se olvidaron de él y de su actitud hacia Israel? Si Rabin o Peres estuvieran en vida, podrían explicar el significado profundo de la paz con Jordania, de la que Clinton fue artífice, y de sus esfuerzos constantes en pro de acuerdos con los palestinos y progreso en Israel.
Por qué entonces alaban tanto a Trump los israelíes y judíos en el mundo, quienes lo califican del mejor amigo de Israel en todos los tiempos? En primer lugar, mucha gente tiende a prefeir, y eso es totalmente comprensible, reducir en lo posible el largo de la memoria histórica que usa para sus juicios. En segundo lugar, mucho más importante y comprensible también, Trump es amigo cercano de Bibi, siendo ellos dos personalidades parecidas: divisivos e instigadores, mentirosos patológicos y altamente narcisistas, y que por lo tanto se complementan y se atraen mutuamente. Comprensible como base de la admiración por Trump, tal vez, pero totalmente erróneo desde el punto de vista moral y político. Favorecer los intereses personales de Bibi y favorecer los intereses nacionales de Israel son dos cosas totalmente diferentes, y para muchos de nosotros en Israel son dos cosas casi diametralmente opuestas.
Otra de las fuentes de la alta estima a Trump en lo que concierne a Israel es la comparación con Obama y su administración. Obviamente esto también resuena en las reacciones contra Biden, que supuestamente traerá de vuelta, o peor, lo que ellos ven como el carácter hostil hacia Israel de la administración Obama. Si puedo explicar en breves palabras mi opinión sobre la reacción de Israel hacia las políticas de Obama, la compararía con la de un niño mimado que un día se le aparece un maestro que impone límites claros en la clase, y no permite comportamientos caprichosos e insolentes. Niños mimados no soportan que se les elimine cualquier trato especial o privilegios a los que se habían acostumbrado por años. Es la misma razón por la cual la administración republicana del hard-liner y super conservador George Bush Sr., se consideraba igualmente hostil a Israel en los 1990s.
En la época de Obama hubo sin duda tensiones muy visibles entre los gobiernos de Israel y de USA. Ellas se derivaron especialmente de las posiciones claras de Obama, opuestas a muchas de las políticas del gobierno de Netanyahu en los territorios conquistados, entre ellos la continuación de la construcción en los asentamientos contraria a los que los acuerdos internacionales estipulan, y las expropiaciones arbitrarias de tierras privadas de palestinos. Desde el punto de vista del niño mimado, eso es como que el nuevo maestro no le permita seguir haciendo bullying y robándole el sándwich al niño más débil, que trae lo que su mamá le prepara todas la mañanas.
Pero si la administración Obama fue hostil a políticas del gobierno israelí de Netanyahu, eso no quiere decir que hay sido hostil a los intereses legítimos del estado Israel, ni a su futuro de seguridad y de progreso, o al derecho de sus ciudadanos de vivir en paz. Más bien, los apoyó consistentemente. Por ejemplo, Obama aumentó a niveles sin precedentes el presupuesto de apoyo militar a Israel (llegando a 3 billones de dólares al año) y en particular decidió, de la noche a la mañana a partir de 2012 y sin parpadear, dedicar presupuestos adicionales que llegaron a más de 400 millones de dólares destinados a financiar el proyecto Cúpula de Hierro (Kipat Barzel) cuya importancia para la seguridad diaria de Israel creo que no necesita explicación.
La supuesta amistad incondicional de Trump para con Israel, que tanto ha entusiasmado a muchos, se manifiesta ante todo en su incansable retórica y el agobiante uso de Twitter, así como en su actitud general hacia la política internacional, la cual maneja como si tratara de un mero asunto de negocios, ignorando preguntas básicas referentes a las culturas, religiones, tradiciones políticas y condiciones sociales de cada una de las regiones. Irónicamente, si algo quedó claro en los últimos meses de su gobierno, es la medida de sus consistentes fracasos como hombre de negocios. Pero si ya vamos a hablar de “deals”, qué ejemplo de falta de orientación geopolítica más patético podemos traer a colación que el así llamado “Deal of the Century”, que proponía una anexión unilateral de territorios sin siquiera fingir que se había consultado con los palestinos, y que se abandonó en total silencio y sin comentarios, algunas semanas después de haber ser anunciado bombásticamente?
La lista de “logros” de Trump en el Medio Oriente incluye el tan trillado traslado de la embajada a americana a Jerusalén, lo cual tiene cierto significado simbólico, pero no más que eso. También está el “reconocimiento” de la soberanía israelí sobre el Golán, totalmente falta de significado, ya que desde 1981 Israel declaró y aprobó en la Knesset, para bien o para mal, la anexión de esa zona. El gobierno israelí encabezado por Netanyahu expresó su agradecimiento de vasallo a Trump por tan “trascendental” hecho, creando un asentamiento nuevo en el Golán con el flamante nombre de “Trump Heights”. En hebreo suena más ridículo aún, Ramat Trump, pero lo que es realmente patético es que, en el mejor estilo soviético de los Pueblos Potemkin, no hay ahí más que un letrero ostentoso y nada más que eso. Probablemente nunca llegue construirse detrás de ese letrero más que algunas casa aisladas, como más, pero nunca se creará ahí una comunidad verdadera digan de mención. Un día tendrán hasta que quitar el letrero.
Pero el ejemplo que ilustra de manera más clara el vacío total que hay detrás de la supuesta importancia de la amistad de Trump para con Israel (ah, bueno …. y también tiene nietos judíos), y del ruido incesante que la acompaña, es el tocante a los acuerdos internacionales con Irán, tendientes a limitar sus capacidades nucleares. Trump se retiró unilateralmente de los acuerdos en 2018 e impuso sanciones económicas fuertes a Irán. La lógica era humillar a Irán que tendría a final de cuentas que rendirse y abandonar sus aspiraciones nucleares. Eso le ganó a Trump el apoyo de muchos israelíes, y de todos aquellos que veían en las políticas de compromiso de Obama y de Europa signos de debilidad dignos de desprecio. Ahora sí que le metimos el dedo en el ojo e esos iraníes tan feos, y les dimos una lección al mundo y especialmente a esos blandengues refinados y sifrinos de Europa. Podemos reclinarnos en nuestros sofás disfrutando nuestra Budweiser, y esperar a que vengan ante nosotros, arrodillados y ondeando una bandera blanca de rendición.
Pero la realidad ha sido muy diferente. La situación económica de Irán es grave, no hay duda, tal vez más grave de lo que nunca lo ha sidoץ Pero a la vez ellos están más cerca que nunca de capacidad nuclear. Han refinado más uranio enriquecido que nunca y han reactivado muchas centrífugas que se habían visto obligados a cerrar, mientras que se ha perdido toda capacidad, por limitada que hubiera sido, de monitorear, controlar o dialogar con ellos. La influencia negativa de Irán en el Medio Oriente es hoy más profunda que nunca, a través de Hizbollah, de sus aliados en Yemen, y dónde no. Hay que pensar en ese país como en un animal malherido que tiene poco que perder y que tiene en sus manos un arsenal nuclear peligrosísimo. “Más peligroso que un mono con una hojilla” -- solían decir en Venezuela, y aquí ese dicho popular se aplica muy bien.
El consenso en Israel entre muchos expertos y altos oficiales, así como de muchos de los líderes políticos, cuando se firmaron los acuerdos con Irán en 2015, era que se trataba de acuerdos que estaban lejos de ser ideales, pero que eran tal vez lo mejor que podía esperarse en las circunstancias que se habían creado y que podría frenar el ritmo de avance o hasta detenerlo. Ahora lo que tenemos es mucho orgullo por el daño que se le ha hecho el pueblo iraní y la humillación supuesta de sus líderes, junto con un peligro real y probablemente irreversible, que es mucho mayor de lo que se había podido imaginar hasta hace muy poco.
El periodista israelí Zvi Bar-El publicó un análisis muy interesante indicando que Trump había logrado lo imposible: dejar al Medio Oriente después de cuatro años en un estado mucho peor de lo que lo había encontrado. Bar-El analiza en detalle la situación global de esta zona en que vivimos, explicando el daño profundo que la política de Trump creó en cada uno de los frentes y de los países, y el peligro que toda esta inestabilidad trae para la seguridad de Israel. Si tienen ganas de preocuparse realmente al entender la peligrosa situación en la que andamos en estos días, les recomiendo enormemente que lean este análisis en la versión inglesa del “Ha-Aretz”. Si prefieren seguir complacientes, viendo a Trump como el salvador del pueblo judío y del estado de Israel con la ayuda de sus amigos evangelistas en USA, y los pocos aliados cuerdos que todavía no escaparon de su manera caótica de dirigir esa gran nación, es preferible leer los inspirados tweets de Trump, que ni siquiera aprovecha las 280 signos que se le permiten, y en los que muchos ven seriamente un signo de sus grandes cualidades retóricas de gran pensador estratégico.
La alianza personal de Trump y Netanyahu ha tenido una influencia nefasta sobre las relaciones especiales entre los dos países, relaciones que siempre procuraron la base estratégica más importante para la seguridad de Israel. Se trata de dos líderes irresponsables, cada uno a su manera, cuya principal preocupación es quedarse en el poder a toda costa. En el caso de Netanyahu se trata de algo más grave, ya que sólo en el puesto de primer ministro puede evadir el juicio penal que le espera. (Según la ley israelí, cosa rara, una persona con lo cargos que él enfrenta en corte no puede ser ministro, pero si primer ministro ... ). Trump por su lado también ya entiende que es posible que las demandas criminales llegarán inmediatamente cuando salga de su puesto. Bibi no ha escatimado ningún esfuerzo en desprestigiar a más no poder el sistema judicial, y los los líderes se enorgullesen, cada uno en su páis, de transgredir cualquier norma de honestidad personal y pública.
En lo que respecta a las relaciones entre los dos países, esta pareja no ha dudado en echar por borda lo que desde la creación del Estado de Israel había sido la base de la alianza. Esta fue siempre una alianza entre dos países, dos pueblos, dos sociedades. No entre sectores políticos limitados de uno u otro lado. No entre dos líderes que distancian de esa alianza a sectores de su propio país que ellos ven como ilegítimos, y que humillan públicamente a políticos que no les vienen bien en el otro país, como hizo Netanyahu con Obama al viajar a Washington invitado por los republicanos en el congreso contra el protocolo estipulado por el presidente. Aunque a Bibi no les gustara Obama, este era en ese entonces el presidente electo y legítimo de nuestro mayor aliado, y en realidad del país del cual dependemos en gran manera para nuestra mera existencia. Los esfuerzos de Israel siempre estuvieron dirigidos a crear relaciones fuertes con los dos grandes partidos americanos, y no tomar lados en las discusiones internas o hacerse dependiente de tan sólo uno de ellos. Los políticos americanos siempre respetaron esta actitud y actuaron conforme a ella. Eso se acabó con el par Trump-Bibi y no va a ser fácil reconstruirlo. Otros cuatro años de Trump en la Casa Blanca podrían volver a ese proceso final e irreversible.
Biden es uno de los candidatos más poco carismáticos que se ha visto en muchos años en las elecciones de USA. Tal vez su personalidad agradable y no espectacular, algunos dirían aburrido, llevó al público en general a darle la mayoría de los votos (en conteo nacional, aún antes de finalizar el conteo de todos los votos). No sé si Biden podrá realizar cambios fundamentales en su país, y menos en esta época de la pandemia. Pero al estar en la Casa Blanca, Israel tendrá un gran aliado personal, con decenas de años de actividad comprobada, sensatamente a favor de Israel sin llegar a ser un esclavo servil de los antojos de nuestros políticos. También Kamala Harris tiene un record largo y muy positivo para con Israel. Desafortunadamente, después de años de actitud irreverente y hasta despectiva de parte de Bibi y su entorno hacia los líderes y activistas del partido demócrata, y dados los cambios graduales pero claros que se han dado en ese partido por razones que no tocan directamente a Israel, Israel va a tener que esforzarse para restaurar los viejos principios que basan las relaciones entre los dos países en intereses y valores comunes, que no dependen de los caprichos y las necesidades personales de nuestro primer ministro.
Israel ha resultado ser el estado más rojo-rojito en su apoyo al líder que ha contribuido, más que cualquier otro en las últimas décadas, a destruir las bases del sistema democrático y de ese orden internacional que, con todos sus defectos, ofrece cierta estabilidad global, y permite pensar que un futuro más o menos razonable en este planeta sea posible para las próximas generaciones. El apoyo a Trump de parte de tantos israelíes no es algo de lo que deberíamos enorgullecernos.
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Foto credit: Roee Moss. License: Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0. Reproduced from Wikipedia.
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