Esta entrega, que es un poco más larga (y dolida) que de costumbre, tiene tres partes y un breve epílogo. La primera parte es de corte político, y enfoca el problema de los secuestrados y el sufrimiento de las familias. En la segunda parte continúo con el tema de los secuestrados, pero desde una perpectiva más personal. La tercera parte es un poco más "poética", si puedo llamarla así. Espero que todo esto les parezca interesante e informativo.
"Después de las festividades", que nunca llegó, y la solidaridad con las familias de los secuestrados
El sábado negro del 7 de octubre de 2023, el día en que la faz de nuestro país cambió para siempre, era el día de la festividad judía de Simhat Torá, que es la última en una larguísima serie que empieza cada año en Rosh Hashaná, el año nuevo judío, que este año se celebró el 16 de septiembre. Es una época que se dedica a encuentros con amigos y familiares, y que algunos prefieren pasarla en el exterior para evitar el trajín de las comidas, festejos, tráfico imposible, y parques naturales y zonas públicas abarrotados a más no poder. Los israelíes se vuelven a veces más corteses que de costumbre y se desean los unos a los otros “felices fiestas”, “feliz año” y que dios nos anote positivamente en el libro de la vida para el año entrante, el libro que según la tradición lo firma el Todopoderoso el día de Yom Kippur. Pero lo más importante de esta época es que todo se posterga hasta “después de las festividades” (אחרי החגים). No se firman contratos, y las cortes no discuten los casos que están ante ellos, no se puede recibir muchos servicios en las oficinas públicas, no se espera que estudiantes entreguen trabajos, y, más generalmente, es una buena escusa para todos lo que prefieran postergar sus obligaciones en cualquier campo de la vida. Nos vemos “después de las festividades”, es lo más seguro que hay en este país. Pero este año después de las festividades sólo llegó la tragedia.
Después de las festividades todo el mundo tenía claro qué es lo que iba a pasar a nivel político, pero eso no fue lo que en realidad pasó. Los que apoyaban el ataque al régimen judicial y a la democracia, que el gobierno había tomado como meta central desde su creación, sabían que después de las festividades vendrían los pasos acelerados para completar sus metas lo antes posible. Los que nos oponíamos sabíamos que íbamos a volver a las calles a seguir e intensificar las protestas que ya llevábamos realizando cuarenta semanas consecutivas, y que ahora serían cruciales para evitar a toda costa que los planes del gobierno se materializaran. El Tribunal Supremo de Justicia estaba en deliberaciones para decidir la constitucionalidad de los pasos que ya se habían tomado, y cualquier decisión que anunciara iba a causar con certeza que grandes masas salieran a las calles, sea para protestar o para apoyar. Pero “después de las festividades” nunca llegó este año.
El sábado 4 de noviembre se cumplieron cuatro semanas desde aquel sábado de pesadilla. El sábado 4 de noviembre también se cumplieron exactamente 28 años desde que el criminal Yigal Amir, inspirado por indicaciones de rabinos mesiánicos y por políticos que incitaron a la violencia, disparara los tres tiros que asesinaran al primer ministro Yitzhak Rabin y en muchos sentidos también asesinaron un proceso que daba tal vez inicio a una esperanza de lo que podría llevarnos a tiempo mejores (aunque hay que reconocer que tal vez esa esperanza podría haber desaprecido sin el asesinato). Hay una conexión directa y profunda entre estos dos eventos, el de hace 28 años y el de hace cuatro semanas, pero no es ese el punto que quiero argumentar, y por razones de espacio no podré entrar en detalles para explicarla.
Pero si junto con muchos otros había pensado que después de las festividades saldríamos otra vez a las calles a lo largo ancho del país a manifestar nuestra furia contra un gobierno que decidió destruir nuestra frágil democracia, lo que pasó a fin de cuentas es que volvimos a las calles, tal vez con muchísima más furia contra este gobierno corrupto e incapaz, pero sobre todo con una tristeza indescriptible por las victimas de la masacre y sus familiares, y por los soldados que siguen cayendo en estos días.
La explanada de entrada del museo de Tel Aviv es el lugar donde ahora se concentran los familiares de los secuestrados que se encuentran en manos del Hamás o de quienes no se tiene información. Más de doscientos treinta bebés, niños, jóvenes, ancianos, enfermos, mujeres y hombres.
Ciudadanos de todo tipo se acercan todos los días a expresar simpatía y apoyo para con las familias. Todos los viernes se sirve una mesa de Shabat con sillas vacías para todos ellos que una vez más no van a poder cenar con sus familias.
En la noche del sábado se realizan actos más amplios de solidaridad, siguiendo la costumbre de las protestas anteriores a lo largo de cuarenta semanas. Asisten sólo algunos miles, ya que por razones de seguridad y ante el peligro de los misiles que se siguen disparando desde Gaza, no se puede realizar las manifestaciones de cientos de miles a las que nos habíamos acostumbrado. Cuarenta semanas de protesta y temor por el cambio en el sistema político del país se transformaron en cinco semanas de angustia e incertidumbre por el destino de los secuestrados y los desparecidos. Es muy probable que la situación no cambie por muchas semanas en lo que viene. Es difícil contener las lágrimas cada vez que uno de los familiares habla sobre sus cercanos que se encuentran en manos del Hamás o el Jihad Islámico. En algunas familias se trata de tres, cuatro o cinco.
Al concluir el acto de solidaridad el sábado pasado, el público cantó el himno, Hatikvah (la esperanza), con un gran nudo en la garganta.
2. Algo más personal (con un poco de política)
El martes 7 de noviembre realizamos en nuestra universidad--la Universidad Abierta de Israel--como se hizo en todo el país al cumplirse 30 días de la masacre, un acto de conmemoración honrando a los estudiantes y colegas asesinados. Quiero compartir con ustedes una traducción de mi alocución, en la cual escogí hablar principalmente sobre algunas de las victimas y secuestrados en los asentamientos del sur, a quienes conocí por muchos años, pero a la vez no pude dejar de enmarcar la tragedia en su aspecto político. Añado acá un link al video del acto (en hebreo, yo a partir del minuto 6:20).
En la mañana de Simjat Torá, el 7 de octubre de 2023, se derrumbó el muro que separaba la Franja de Gaza de los asentamientos israelíes que la circundan. Lo que llamamos en hebreo “Otef Azza”. Ese día, exactamente 50 años después del colapso de la famosa “concepción” que preparó el camino y permitió el desastre de la guerra de Yom Kipur en 1973 (según la cual los países árabes no se atreverían a atacar y las probabilidades de una guerra eran casi nulas), también se derrumbó la concepción política según la cual nuestros líderes habían estado operando durante los últimos veinte años, y con ella colapsaron sofisticados sistemas de alerta y temibles muros que costaron miles de millones de shekels y tardaron muchos años en construirse, y que se suponía protegerían la frontera y las vidas de los residentes. Con ellos, se derrumbaron las vidas de más de 1.400 ciudadanos, soldados y policías israelíes, así como de ciudadanos extranjeros que trabajaban en los asentamientos de la zona, y con ellos, todo el tejido vital de muchos miles más--secuestrados, desaparecidos, heridos física y mentalmente, y sus familiares y amigos. También se derrumbaron comunidades enteras cuyos miembros se vieron obligados a abandonar sus hogares y establecerse en lugares temporales, por un período ilimitado de tiempo sin un final a la vista, en hoteles o con familiares o con buenas personas en otras áreas del país.
Las historias del heroísmo de quienes vinieron a rescatar a los asediados, a veces a costa de sus propias vidas, siguen apareciendo todos los días, inspirando admiración y un sentimiento de enorme gratitud. Pero para muchos sureños, esa ayuda llegó muy tarde o nunca llegó. Muchos sintieron que habían sido abandonados y, de hecho, que habían sido abandonados mucho antes de que se rompiera la valla ese día. Y muchos de ellos siguen sufriendo el abandono de las instituciones del estado y de sus líderes oficiales, en un momento en que se revela una solidaridad sorprendente, poderosa e general dentro de la sociedad civil, en grupos organizados y ciudadanos, que invierten su tiempo, energía y dinero y que hacen todo lo posible para ayudar a los evacuados y a las víctimas. Muchos ciudadanos apoyan y fortalecen a las familias de los secuestrados y desaparecidos, cuyo sufrimiento es indescriptible, mientras nuestros líderes no logran sobreponerse a la política mezquina, y asumir la plena responsabilidad por sus acciones y fallas.
Pero al cumplir 30 días de ese sábado negro, es sobre todo importante recordar a nuestros muertos y muertas, a los desaparecidos y a las secuestradas, no de manera abstracta y como parte de una estadística aterradora, sino uno por uno, una por una, como seres humanos cuyas vidas eran un mundo entero que fue destruido, y que merecen ser recordados, y sus historias contadas, más allá de la terrible experiencia y el trauma colectivo del sábado negro. “Cada persona tiene un nombre”, suele decirse en hebreo al recordar las víctimas del holocausto, y cada uno de nosotros piensa en los nombres de ciertas personas que conocimos, en incidentes que vimos u oímos y que quedaron grabados en nuestro corazón. Quiero compartir con ustedes brevemente mis pensamientos sobre algunas personas con nombre y apellido, que conocí o conozco, y que dentro de la gran tragedia me conecto con la tragedia personal que los rodea.
Desde mi llegada a Israel en 1977, viví por más de 20 años en el kibbutz Nirim, que queda en el Otef Azza. Toda mi experiencia de vida en este país está saturada de contextos relacionados con los asentamientos de la zona, los paisajes de la zona y sus aromas cambiantes según las estaciones. Sobre todo, muchos años de mi vida están saturados de recuerdos sobre muchos de los muertos, secuestrados y desaparecidos, y sus familias.
Pienso, por ejemplo, en la larga lista de muertos y desaparecidos de Nir Oz, el kibutz vecino de Nirim. Pienso en Carmela Dan, de 80 años, una mujer maravillosa a la que conocí casi desde mi primer día en Israel y con la que participé por muchos años en el excelente coro que teníamos en la zona. La vi a ella y a su encantadora nieta Noya, una niña en el espectro autista, gran aficionada de Harry Potter, cuyas fotos rompieron los corazones de muchos en Israel y el mundo.
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Pienso en Yocheved Lipschitz y Nurit Cooper, que fueron liberadas del cautiverio,
y en sus cónyuges: Oded Lipschitz y Amiram Cooper.
Amiram compuso una canción muy bonita que suele cantarse en las celebraciones de Shavuot en los campos de los kibbutzim, y que era muy popular y conocida cuando el espíritu pionero de los primeros años del estado, toadavía dominaba la cultura local. Poca gente sabe quién compuso esa canción tan popular, y poca gente sabe quién es Amiram Cooper.
Pienso en Haim Perry, un kibbutznik bohemiano, “sobreviviente de los sixties” como se llama acá a quienes en aquellos años se particpaban en esa época en el espíritu del Flower Power.
Hace unos años instaló una extraordinaria galería de arte, casi imaginaria, en la frontera entre los campos de su kibutz y los de Nirim.
Todos estos y muchos otros secuestrados cuyas imágenes están estampadas en los carteles callejeros que exigen su regreso inmediato, estuvieron entre los fundadores del kibbutz. Nacieron un poco antes del establecimiento del estado y el curso de sus vidas fue el curso de la vida del país, en todas sus etapas y en todas sus guerras, así como en las batallas políticas en pro de la paz con nuestros vecinos. Participaron en la construcción de su magnífica comunidad en Nir Oz, sufrieron bombardeos en los últimos veinte años y, desde los años 1980, también las calumnias impuestas contra ellos por el hecho de ser kibbutzniks, vilifcados publicamente al ser descritos como parásitos que viven a expensas del Estado, mientras que en realidad lo que hacían era arar las tierras del Negev, desarrollar la economía y la educación en esas tierras, y construir una comunidad próspera en Nir Oz. También experimentaron una profunda crisis económica e ideológica al final de la década de 1980, junto con todo el movimiento del kibbutzim, se recuperaron notablemente. Pero finalmente, tal vez, si no son rescatados de los sótanos de Hamás, terminarán ese curso de vida no en el muy bien cuidado y pastoral cementerio de su kibbutz, como quizás ya habían comenzado a planear, sino en las puertas del infierno.
Pienso en los muertos y secuestrados y en los mundos destruidos en Nirim (aunque Nirim sea considerado un kibbutz “relativamente” poco afectado en comparación con sus vecinos, "sólo" cuatro secuestrados y “sólo” cuatro muertos - dios nos guarde). Uno de los secuestrados, Yagev Buchstab, el hijo de Oren y Esther, que fueron mis vecinos durante muchos años, y a quien ví nacer y criarse en la casa de al lado. Un niño especial y curioso, un músico talentoso, que fue secuestrado junto a su compañera Rimón, a quien vimos en el impactante vídeo difundido por Hamás.
Una joven pareja que el mundo entero se desplegaba ante ellos. Y al otro extremo del mismo edificio donde vivíamos, la especial familia Popplewell. Roy, el hermano mayor, fue asesinado cerca de la casa. Roy era un niño travieso y tremendamente rebelde, y al llegar a edad adulta no cambió sus costumbres para nada.
Es por eso, probablemente, que se rebeló incluso contra quienes intentaron secuestrarlo, y al final lo asesinaron. Su madre Hana y su hermano Nadav fueron secuestrados.
De niño Nadav era ya un genio de computación, en una época en la que la mayoría no habían visto una computadora ni mucho menos tenían una en su casa. Era un verdadero geek en su conducta cuando el término todavía no era de uso común. Tuve el privilegio de ser su maestro en la escuela secundaria y luego verlo en acción como profesional. Era descuidado en su apariencia y acciones, pero el sofisticado código que escribía en muchos lenguajes de programación como parte de proyectos tecnológicos internacionales en que participó, se leía casi como un poema lírico. Estos días me acordé que escribimos juntos una patente en el campo de software engineering, y estoy orgulloso y ahora también emocionado de haber tenido el privilegio de trabajar con este personaje tan especial.
¿Dónde están Nadav y su anciana madre ahora? ¿Quién los cuida? ¿Qué están pasando durante estas horas? ¿Tienen los secuestradores alguna idea de quién es esta persona que mantienen en un sótano oscuro, que buscaba la paz toda su vida con sus vecinos al otro lado de la valla y que sólo aportó el bien en este mundo? ¿Y dónde están todos los bebés y niños secuestrados? ¿Quién los cuida? ¿Quién los baña? ¿Quién les da de comer?
Y pienso también en Beeri, un kibbutz que cumplió más allá de lo imaginable el sueño de una sociedad cooperativa, igualitaria, económica y culturalmente próspera, y que sólo pensaba en el bienestar de todos sus miembros. Sobre todo pienso en Marcel Freilich Kaplún y Drori Kaplún. Drori es hermano de mi querido cuñado de Nirim, Yehuda, que actualmente se encuentra con mi cuñada Orna en Eilat junto con toda su comunidad. Drori y Marcel eran una pareja de película, verdaderamente una pareja especial que a todos les encantaba amar y despertaban en envidia con la armonía en que vivían.
"La Sal de la Tierra", como suele decirse en Israel para describir a personas que son lo mejor de por acá, en el sentido más profundo y hermoso de la palabra. El contacto con ellos se perdió a las 10:27 de la mañana del sábado negro. El cuerpo de Marcel fue identificado 10 días después de la masacre y hasta el día de hoy no se sabe nada sobre el destino de Drori. (Quien hable hebreo puede ver un reportaje trágico de la TV israelí sobre ellos en este link).
Pienso en ellos y en muchos otros. Y de igual manera, todos y cada uno de nosotros centramos nuestro pensamiento también en historias relacionadas con nombres propios, más allá de la ruptura y el dolor general. En Sderot, Ofakim, Netivot, los asentamientos beduinos, los moshavim y los kibutzim, asentamientos que conocieron decenios penurias y escasez al crearse el estado de Israel, y cuyos habitantes supieron construirlos con gran esfuerzo a lo largo de los años, rutas de vida de mujeres y hombres, niños y adultos. Todo eso cambió a fondo en un día tenebroso.
Las víctimas inocentes, los soldados y miembros de las fuerzas de seguridad que vinieron a rescatar y resultaron heridos, los que ahora están lejos de sus hogares – todos ellos se enfrentan hoy a la necesidad de recoger los escombros y empezar a organizarse hacia el futuro, que se ve hoy muy incierto. No será fácil y, una vez más, para los menos favorecidos de la sociedad será aún más difícil. No hay duda de que toda la sociedad civil israelí seguirá apoyando lo mejor que pueda, pero la responsabilidad última de la reconstrucción de la sociedad, y no sólo con respecto a la restauración de la ruptura de ese día, sino a la ruptura que se fue desarrollando a lo largo de los últimos diez meses, recae en las instituciones del estado y en sus dirigentes, especialmente aquellos que todavía no quieren reconocer su responsabilidad y que aún en estos días, en vez de trabajar en pro de la rehabilitación de las zonas afectadas, de nuestra sociedad y de su futuro, se dedican a crear narrativa absurdas en las que se tranfiere a otros todo el peso de la culpabilidad.
3. El Sur Rojo (דרום אדום)
Uno de los conceptos más funestos y tristemente irónicos que se vienen a la mente de muchos israelíes en estos días es "El Sur Rojo" (דרום אדום). Para entenderlo, podemos empezar por algunas fotos:
Estas flores son anémonas, y en hebreo "kalanit" (כלנית). Es una de las flores silvestres que más fácilmente asociamos con la idea de la conservación de la flora y es una de las pocas capañas que a lo largo de los años se ha llevado a cabo con éxito en las escuelas, donde a los niños se les enseña a no cortalas por ningún motivo. Ellas crecen a lo largo y ancho del país, pero más que nada en el sur, y sobre todo en la zona del Otef Azza, donde en el mes de abril los campos se cubren de ellas volviéndose practicamente rojos en muchos lugares.
Las alfombras de flores rojas en el Otef eran un secreto muy bien guardado por los habitantes de la zona por decenios, pero en los últimos quince años se volvió una gran atracción turísticas a donde llega gente de todo el país durante tres o cuatro semanas, y ahí es donde se creó esa institución llamada "El Sur Rojo", patrocinada con gran éxito por los municipios locales y los asentamientos mismos.
Hay dos puntos principales de atracción, por la gran cantidad de flores y la intensidad del color. Uno de ellos es el Bosque de Reím, donde se celebraba el festival NOVA de música trance,
donde cientos de jóvenes fueron cruelmente acribillados (como puede verse en estos videos aterradores).
El segundo es el kibbutz Beeri, de los más afectados en la zona. Además de la belleza de los campos rojos, Beeri tiene (tenía??) una pista de bicicletas "single", que se considera la más difícil y la más arriesagda del país. Todas las semanas se celebraban competencias con los mejores deportistas del país, y en especial en abril cuando ellas se combinan con el festival Sur Rojo.
Claramente, de ahora en adelante el concepto "El Sur Rojo" tendra un siginifcado diferente y fatídico.
Creo que puedo resumir los sentimientos de lo que es ahora el Sur Rojo con la ayuda de la imagen desgarradora creada por mi amigo Rubén Zilzer, residente (y en estos momentos evacuado) del kibbutz Mefalsim, también en el Otef.
Rubén combinó en esta composición tres edificios icónicos de la zona:
La torre de agua en Nahal Oz, el Pilbox de defensa en Beeri, el silo de Nirim (los daños que se notan en dos de ellos son de la guerra de 1948, no de ahora ... ).
Esperemos que las flores, los turistas y las bicicletas vuelvan pronto a tener la primacía y que el Sur Rojo vuelva ser el de las anémonas que todo los israelíes quieren visitar en abril.
4. Epílogo
En estos momentos las hostilidades siguen en muchos frentes. El Hamás sigue disparando misiles hacia las cercanías de la frontera y en el centro del país. Hizballah mantiene la frontera norte a fuego lento, con altos y bajos, que puede encenderse en cualquier momento. Nuestro ejército sigue golpeando fuertemente en Gaza, donde el número de muertos y desplazados ya es astronómico. Más de treinta soldados israelíes se han añadido a la triste lista de fallecidos en combate en los útlimos días. A la Cruz Roja Internacional no se le autoriza visitar a los rehenes para un chequeo medico básico, y nadie parece molestarse por eso. Es probable que muchos terroristas del Hamas y sus infraestructuras hayan sido gravemente dañados, pero no hay seguridad del número exacto. Es hacia allá que el mundo enfoca su atención en este momento, en la redes sociales, en los medios de comunicación, en instituciones internacionales y en universidades en todo el mundo.
Nos encontramos ante una inminenente crisis humanitaria de gran escala en la zona, y nadie en Israel sabe bien cómo la afrontaremos a nivel material, diplomático, y humano. Tampoco está claro cuál es la verdadera estrategia israelí con respecto al balance muy delicado entre la intención de usar fuerza ilimitada para eliminar la infraestructura organizacional del Hamás, el deseo de rescatar a los rehenes sanos y salvos (por la fuerza o por la negociación), y, por otra parte, la presión internacional (y las difíciles preguntas morales, por lo menos dentro de una parte de la población israelí) ante la tragedia creciente que se vive en la franja de Gaza. La sed de venganza es de por sí un mal consejero no es un programa de trabajo que nos vaya a sacar del atolladero.
Al lado de la solidaridad que se ha manifestado dentro de la sociedad civil en estas semanas, se vive también una tensión muy grande con los nervios al descubierto. El gobierno de Bibi había tomado como meta central de su política el excacerbar desde enero pasado las animosidades y la división entre las diferentes partes de la sociedad, y aumentar la polarización. En este momento esas animosidades se mantienen en cieto modo bajo el radar y el motto principal del discurso público es "juntos venceremos", pero es obvio que pueden explotar otra vez en cualquier momento.
El Sábado Negro se vivío hace cinco semanas ya, y no puede siquiera decirse que hayamos empezado a lamer nuestras heridas y a recuperarnos. Sí puede decirse que la población civil, a nivel individual y de muchas organizaciones en el pais, están esforzándose enormement para ayudar y apoyar. No así el gobierno y la gran cantidad de ministros inútiles, sin capacidades personales para manejar una crisis de esta magnitud y la gran mayoría estando al frente de ministerios sin rol claramente definido, inventados hace diez meses por Bibi para mantener su coalición perniciosa, que sólo consumen los recursos del país que tanto se necesitan ahora, sin contribuir en lo más mínimo a mejorar la vida de los ciudadanos.
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