El 24 de marzo pasado, al saberse los resultados de la última ronda electoral en Israel, escribí mi opinión en el blog, y dije lo siguiente: “A menos de que haya alguna sorpresa de último momento (lo cual puede pasar en este país tan creativo) parece que después de algunos intentos de formar gobierno, que terminen en fracaso de ambos lados, vamos otra vez a elecciones y entramos en una época de gobierno de transición con Bibi a la cabeza. Es bueno para él, aunque obviamente también Bibi preferiría un gobierno estable (siendo él el Primer Ministro, por supuesto).”
El período que se le concedió a Bibi para formar gobierno llegó a su punto final el martes pasado, 4.05.21, con un nuevo fracaso de su parte. Desde que le ganó por un estrecho margen y sorpresivamente a Shimon Peres en 1996, Benjamín Netanyahu ha sabido demostrar una capacidad de supervivencia política que es difícil de igualar, y por lo tanto también esta vez se creó una expectativa en los días anteriores al martes, con los analistas preguntándose cuál sería el nuevo truco con el que Bibi sorprendería a última hora. Literalmente hasta la medianoche del martes, muchos se preguntaban qué paloma o qué conejo sacaría el mago de su sombrero con la varita mágica para cambiar a última hora la realidad y formar una coalición. Eso no pasó.
Sería muy cansador dar ahora una lista de todos los trucos sucios que Bibi intentó en estas semanas, pero el más notable de ellos fue tratar de conseguir algunos traidores en los dos partidos de derecha más cercanos al Likud, que fueron a las elecciones con la promesa clara de no unirse en ningún caso a un gobierno dirigido por Bibi (el de Gideon Saar) o no lo hicieron a raíz de las negociaciones (el de Naftalí Benet). Bibi trató todo tipo de sobornos y tentaciones tanto a los parlamentarios recién elegidos como a sus esposas, sean cargos políticos de varios tipos o cargos administrativos lucrativos, no gubernamentales. Sorpresivamente eso no le funcionó esta vez.
Es difícil saber con certeza que pasó en los corredores oscuros de las negociaciones con los asociados potenciales en el gobierno que Bibi trató de formar. Lo que se sabe públicamente es que el mayor obstáculo para formar gobierno fue la negativa total de Bezalel Smutrich y su partido (Ha-Tzionut ha-datit), de participar con Bibi en un gobierno que necesitaría el apoyo externo del partido árabe Ra'am, liderado por Mansur Abbas, la figura más sorpresiva y cortejada de la política israelí en estos días.
Bien sea que Bibi intentó sinceramente recibir el apoyo de Abbas o bien sea que todo fue un truco politiquero sofisticado, diseñado expresamente para desviar la atención pública mientras se convencía a Benet con su gente (o traidores potenciales de otros partidos, porque sin eso no se llegaba a 61 escaños) para que se unan a una coalición posible, uno de los resultados de este proceso de las últimas semanas es que a los políticos árabes en general, pero sobre todo a Abbas y a su gente, Bibi mismo les otorgó con su retórica un tipo de legitimidad política muy amplia, que nunca antes había existido y que por lo menos en teoría podría ayudar ahora al bloque alternativo a recibir la mayoría que necesita para formar gobierno con el apoyo externo de Abbas.
Es difícil estimar cuánto tiempo seguirá en vigencia pública esa legitimidad, pero en este momento se trata del punto más importante para entender el actual proceso de negociación hacia una coalición, y no menos que eso—y esto es importantísimo entenderlo—la violencia que estamos viendo en estos días en Jerusalén. Quisiera explicar este punto a continuación, y para ello repito, en primer lugar, un punto central: al no haber podido crear su coalición, la meta fundamental de Bibi en este momento es llevar a una quinta vuelta de elecciones. Eso lo deja por ahora como Primer Ministro interino, que no sale de la casa oficial en Balfour, y deja abierta la posibilidad de una victoria posible en la próxima vuelta que podría ser en septiembre, incluyendo un plan descabellado de cambiar a fondo el sistema de gobierno israelí de la noche a la mañana, de manera que las elecciones se vuelvan personales y no en base a coaliciones.
Si tomamos en cuenta además que en el caso de Bibi se trata no sólo de un deseo político desenfrenado de quedarse en poder a toda costa, sino una necesidad personal destinada a evitar que el juicio por corrupción lo pueda llevar a la cárcel, es claro que hay que entender la influencia de esta situación sobre todos los sucesos importantes que se dan el país, incluyendo aquellos que parecerían estar desconectados.
Pues bien: hay siete partidos y siete líderes que están tratando en este momento de crear coalición (Lapid, Benet, Saar, Gantz, Liberman, Michaeli, Horovitz). Algunos observadores piensan que se podrá encontrar una fórmula que los lleve a buen puerto. Nadie cree que sea fácil por la variedad ideológica de los involucrados, pero hay quienes estiman que se podría crear un gobierno en el cual todos los asuntos controversiales se pongan de lado, y se busque una manera de dedicar los próximos dos años—o más si es posible—a restaurar en el país el mínimo funcionamiento público que el gobierno de Bibi volvió totalmente disfuncional en los últimos años. Los dos ejemplos más básicos son la aprobación del presupuesto nacional (llevamos dos años sin presupuesto aprobado) y la solución de algunos problemas muy graves que se están viviendo en cuestión de transporte y vialidad.
Yo dudo que algo así sea posible, en primer lugar porque incluso esos dos temas críticos, y tal vez aparentemente neutrales y puramente profesionales, son enormemente políticos. En segundo lugar porque si mencionamos otros problemas básicos del funcionamiento del país entramos en un verdadero campo de minas de diferencias políticas e ideológicas super profundas y divisivas: educación, tribunales, seguridad, religión, etc. Y no hablemos de la repartición de las carteras ministeriales, en la que los intereses de siete partidos son muy difíciles de balancear. No veo cómo los siete líderes se puedan poner de acuerdo en eso, y si lo hacen, dudo que eso dure por mucho tiempo.
Pero quién sabe, tal vez estoy adoptando una visión demasiado pesimista de la situación, y en los días que tienen a su disposición ellos sí lleguen a los acuerdos necesarios. La verdad es que hay un enorme deseo generalizado de volver a cierta normalidad en la vida pública, con líderes que no dediquen su tiempo a insultar a sus rivales, dividir dentro del pueblo, e incitar a la violencia, y que se pongan a la orden de los ciudadanos sin involucrarse en corrupción y nombramientos de de allegados. Eso tal vez contribuya a salvar las diferencias, que son grandes. No lo creo probable, pero no es imposible. Pronto lo sabremos.
Y sin embargo, para poder aprobar el gobierno que se cree con una tal coalición alternativa, es preciso llegar a los 61 escaños, y el voto de apoyo de los partidos árabes, por ejemplo Raam de Abbas, se vuelve absolutamente necesario como lo era para Bibi. Y como Bibi creó personalmente en las semanas anteriores las condiciones que le dan legitimidad al apoyo de Abbas a un posible gobierno, y como ahora necesita hacer todo lo posible para que no se cree una tal coalición alternativa, entonces debe tomar las medidas necesarias para deslegitimar nuevamente y lo antes posible, a los líderes árabes. Bueno, eso no es muy difícil si se promueve la tensión y la violencia en Jerusalén y si se lleva a esa pobre ciudad y a sus habitantes a un nuevo punto de ebullición, poniendo en peligro la establidad general en el país. Eso le queda muy bien a Bibi, y él sabe muy bien cómo hacerlo.
Suena maquiavelista? Lo es! Para entenderlo mejor, les presento un concepto muy útil que se usa aquí en Israel, pero que es válido en cualquier lugar de mundo “Ruach ha mefaked (רוח המפקד)”, algo así como “el espíritu del comandante” (no en el sentido del espíritu de un muerto, sino todo lo contario). Se aplica igualmente al comandante en jefe del ejército o de la policía, a un teniente con sus tropas, a un jefe de la mafia local, a un CEO de una compañía, grande o pequeña, o (salvando las diferencias) a un decano de alguna facultad universitaria, y por supuesto a un Primer Ministro. La idea es que líderes que hacen bien su trabajo a lo largo de un buen tiempo, en ciertas circunstancias no siempre es necesario que den órdenes o instrucciones operativas explícitas a quienes están subordinados a ellos. Cada cual en la organización sabe muy bien qué es lo que el jefe esperaría de él en dado momento y qué es lo que hay que hacer, y cómo hacerlo lo mejor posible.
Y eso se aplica muy bien a la situación que vivimos. No es necesario que Bibi le haya dado órdenes explícitas al ministro de seguridad interna, Amir Ohana, y no es necesario que Ohana le haya dado órdenes al nuevo comandante de la policía nacional, Kobi Sabetai, y no es necesario que Sabetai le haya dado órdenes explícitas al jefe de la zona de Jerusalén (también bastante nuevo en su cargo), Dorón Turgeman. Cada uno sabe bien lo que se espera de ellos, y lo hacen sin chistar para complacer al que tuvo el esmero de nombrarlo para su cargo.
En efecto, vean ustedes qué cosa tan curiosa: justo cuando a Bibi le es necesario acorralar a los líderes árabes en la esquina de siempre, para que pueda inculpárseles de falta de lealtad (o alta traición, mejor todavía) como se acostumbra generalmente, o de promover la tensión, incitar y causar violencia (y a veces lo hacen, no hay duda), y así terminar de inmediato esta corta luna de miel política que Bibi mismo creó—justo el mismísimo día en que Bibi ya no necesita ese apoyo, y el apoyo sólo puede ayudar a sus rivales políticos a crear una coalición, justo ese día, no un día antes y no un día después—la policía de Jerusalén toma medidas represivas sin precedentes, tales como limitar el paso de jóvenes en su ciudad, echar bombas lacrimógenas en pleno rezo en la mezquita de el-Aqsa, el lugar más santo a los musulmanes, o detener en el camino a decenas de autobuses de ciudadanos israelíes árabes que venían a rezar en Jerusalén, humillándolos públicamente y causando una situación explosiva e innecesaria. Casualidad?
Estamos en los últimos días del Ramadán que son siempre de gran tensión en el país. Encima, el lunes es “Yom Yerushalaim”, día en que todos los años las organizaciones judías de extrema derecha hacen una serie de actos provocativos y violentos contra la población árabe en la ciudad vieja de Jerusalén. Además, por una casualidad amarga del destino, el lunes tiene que haber un debate muy difícil en la corte suprema, tocante a una disputa de terrenos entre árabes y judíos en Sheik Jarach, una de las vecindades más divididas de Jerusalén . Cualquier decisión que se tome va a ser muy explosiva (parece que ahora se decidió posponerlo). En estas condiciones no veo cómo algún líder árabe va a poder apoyar a cualquier coalición que se forme (si es que se forma) y que requiera su voto de confianza. Eso lo sabe muy bien Bibi y también lo saben los que actúan en su nombre. Un gobierno responsable debería hacer todo lo posible para buscar la manera de bajar las tensiones, no de avivarlas. Para el Nerón que tenemos al frente del país, sin embargo, mejor es que arda el fuego en la capital, mientras él sigue con su programa de quedarse en el poder a toda costa, cueste lo que cueste.
Probablemente ya esta semana se aclare si la coalición alternativa es posible. Ya veremos qué pasa en los próximos días.
Comments