El miércoles de la semana pasada (21.8.24) fue uno de los días más tristes que experimentaron muchos ciudadanos israelíes desde la masacre del 7 de octubre. En el Kibbutz Nirim asistimos a los funerales de tres hijos queridos: Yagev Buchstav (35), y los hermanos Nadav (51) y Roei Popplewell (54). Roei fue asesinado el día de la masacre y fue enterrado temporalmente en el Kibbutz Yagur, cerca de Haifa, donde vive su hermana, Ayelet. Yagev y Nadav fueron secuestrados por el Hamás, junto con Hanna (79), madre de Roei y Nadav. Hanna fue liberada en Noviembre a través de negociaciones con Hamás y se unió a su hija y nietos en Yagur. La muerte de Nadav fue anunciada oficialmente a principios de junio, y la de Yagev hace un mes. Sus cadáveres fueron rescatados el 20 de agosto de los túneles subterráneos de Khan Younis en una arriesgada operación militar israelí, junto con los de cuatro miembros del Kibbutz Nir Oz: Abraham Munder (80), Haim Peri (80), Yoram Metzger (79), y Alex Dancyg (75). Las foto en la que aparecen los seis de los seis se publicó en todos los medios y quedará grabada como otra de las muchas imágenes icónicas de la tragedia que se ha vivido en esta parte del mundo en los últimos diez meses y a la que no se le ve fin. Cada uno de los entierros han sido como un puñal que se vuelve a clavar en el corazón de muchos israelíes, y sobre todo de quienes los conocieron.
Después de un prolongado silencio, vuelvo a escribir en este blog, y esta vez algo más largo, personal y dolido. No político. Quisiera contar a los lectores algo detalles de lo que sabemos por evidencia directa de Hanna sobre la vida de los rehenes en los túneles. También quiero tratar de explicarles cuál es el significado de un entierro de tres hijos, uno al lado del otro, en el cementerio de Nirim.
Desde el día de la masacre de octubre, la plaza de los secuestrados a la entrada del Museo de Tel Aviv se ha convertido en punto de encuentro todos los sábados, para acompañar y tratar de reconfortar a las familias, y para participar en la lucha pública en favor de una negociación que lleve a la liberación de los rehenes. Cada uno de los kibbutzim que fueron atacados tiene su punto de encuentro donde se reúnen semanalmente miembros de la comunidad en el pasado y en el presente. En lo que respecta directamente a los rehenes de Nirim, la lucha llegó a su punto final este miércoles. Pero tanto para las familias como para todos los que las acompañaron en su vía dolorosa, la lucha no terminará hasta que todos los 108 rehenes que aún están en Gaza (vivos o muertos) regresen a manos de los suyos.
Hablando puramente en números, la estadística que se ha acumulado desde aquel día funesto en octubre es inconcebible: cerca de 1200 asesinados por el Hamás y más de doscientos cincuenta secuestrados (algunos ya liberados por negociación o rescatados vivos o muertos, por la fuerza), más de setecientos soldados muertos en batalla, miles de heridos que nadie cuenta, miles de afectados por traumas profundos, miles de familias desplazadas. Y en el lado palestino no sé ni cómo se cuenta, ni qué es lo que debe contarse, o juzgarse, pero sin duda las cifras incluyen las de los niños, ancianos y mujeres afectados, siendo o no siendo “involucrados”. Pero el asunto es que a fin de cuentas, no se trata de estadísticas, sino de personas con nombres y apellidos, y comunidades con sus historias específicas, su cultura y sus costumbres. Al cumplirse un mes de la masacre en noviembre de 2023, publiqué un post donde contaba brevemente algo personal sobre algunas de las víctimas, asesinados o secuestrados, precisamente para que su individualidad no se olvide ni se disuelva dentro del océano de esos números monstruosos.
Tristemente esos nombres vuelven a repetirse en la lista que figuró en los titulares de esta semana, incluyendo los tres de Nirim. Y escribo estas líneas para repetir el mensaje: detrás de los números hay cuentos individuales de personas, familias y comunidades. Al lado de las tragedias se desarrolla en Israel lo que se ha dado por denominar “la rutina en tiempos de emergencia”, o “la nueva normalidad”. La gente evita preguntar ¿cómo te va? o ¿que hay de nuevo?, y si ya lo pregunta, se sobreentiende que la respuesta será evasiva o sarcástica. Muchos de nosotros tratamos de enferntar la pregunta cómo vamos a sacar al país adelante y cómo nos preparamos para el futuro, en el corto, mediano y largo plazo. Pero en un día como este útlimo miércoles nada es "normal", ni siquiera en el nuevo y tan limitado sentido de la palabra.
Hanna y sus testimonios sobre la vida en los túneles del Hamás
Al anunciarse oficialmente en junio la certidumbre de que Nadav había muerto en los sótanos del Hamás en Gaza, Ayelet y Hanna decidieron hacer la shivá en Yagur, el kibbutz donde ellas viven, y donde Roei estaba enterrado desde octubre. Al llegar a la visita de condolencia en Yagur, ví a Hanna rodeada de unas veinte personas que escuchaban ávidamente el relato de lo que había pasado en más de cincuenta días de cautiverio. Ayelet me contó que durante los siete días de la shivá, Hanna habló así sin parar, muchas veces repitiendo lo que ya había dicho, pero siempre con total lucidez. A ella le servía eso de terapia, y los que la escuchaban no podían desviar su atención ni por un momento. Era un testimonio directo y personal de lo que se vivió en las mazmorras del Hamás. No sé si contó todo, y tampoco recuerdo exactamente todo lo que contó, pero ella pasó la mayor parte de los 53 días en cuativerio con todos los seis cuyos cadáveres se recuperaron la semana pasada (y no solo con ellos).
Según nos contó Hanna, la mayor parte del tiempo la pasaban escuchando charlas sobre temas diferentes, y en concursos de trivia. Alex Dancyg llegó a Israel en 1957 desde Polonia, en lo que se llamó la “ola de inmigración de Gomulka” que fue la primera ola de inmigración a Israel aprobada por el eje comunista, y que trajo a Israel muchos intelectuales destacados. Alex era un historiador conocido por su contribución a la investigación del Holocausto en Polonia y por su actividad educacional en ese campo. Alex creó hace varias décadas la iniciativa del proyecto de viajes educacionales de jóvenes israelíes a Polonia, y a los campos de exterminio. Era conocido por su cultura general increíblemente amplia en todos los campos del conocimiento, incluyendo los deportes, y sobre todo el fútbol tanto israelí e internacional, y por la satisfacción que sentía al poder dar charlas en todos esos temas. Era un profesor muy querido en el bachillerato de la región, y un personaje muy apreciado en los círculos de Yad Vashem, el instituto oficial de la investigación del Holocausto en Israel. Una leyenda urbana cuenta que algunos días después del secuestro, Mati, el hijo de Alex, dijo en una expresión extrema de humor negro, que ahora se iba a realizar unos de los grandes sueños de Alex: tener una “audiencia cautiva” que no podría escaparse de sus charlas. La ironía del caso es que (si lo dijo o no) Mati tenía razón, sin saberlo, y de eso nos enteramos a través de Hanna.
Alex no era el único que daba charlas al grupito de rehenes que incluía a Hanna, Nadav y Yagev. También Haim Peri aportaba sus conocimientos muy amplios sobre arte y música popular. Y sobre todos esos temas se realizaban en los túneles del Hamás competencias de trivia, organizadas sobre todo por Alex. Lo que Alex no se esperaba si caía un día en cautiverio y tuviera ante él una audiencia que no pudiera escaparse de sus charlas, era que esa audiencia incluiría quienes le daría la pelea en muchos campos: Nadav y Yagev. Hanna nos contó como Nadav afrontaba los desafíos de Alex, y además le agregaba muchos detalles que el mismo Alex, no conocía. A mí esa parte del cuento no me sorprendió para nada, ya que yo conozco a Nadav desde hace muchos años. Fui profesor suyo en bachillerato y trabajé con él en EMC, donde se destacó como ingeniero programador virtuoso. Yo conocía además muchos de sus otros campos de interés ya que, siendo él una persona muy reservada a primera vista, una vez que uno le daba la oportunidad de hablar sobre algún tema, ya era difícil pararlo y la variedad de sus conocimientos era impresionante.
Lo que me sorprendió un poco más era que también Yagev estuviera entre los que le daban la pelea a Alex en conocimientos. A Yagev lo conocía desde el día de su nacimiento, siendo Esther y Oren, sus padres, vecinos nuestros por muchos años. Como Oren, también Yagev era una persona que no hablaba demasiado, excepto con personas muy cercanas a él (las cuales no faltaban en Nirim). Yo sabía de sus talentos musicales muy variados, y también sabía que él seguía las famosas tradiciones culinarias de la familia, que se iniciaron con su abuelo Falok Buchstav. Falok fue una figura legendaria del grupo que fundó Nirim en 1947. No lo conocí personalmente pues falleció unos meses antes de mi llegada, pero su fama como un original innovador en materias de agricultura en Israel, a quien se le debía mucho del éxito de los kibbutzim en el Negev (y que Oren siguió desarrollando de manera destacada) se seguía exaltando año tras año en todo tipo de celebraciones en Nirim. También conocido por sus talentos culinarios es Yuval, el hermano de Yagev, quien de por sí es un artista muy original. El museo de la diáspora en Israel, ANU, decidió honrar la memoria de Yagev y honrar la tradición culinaria familiar en una página web especial que creó para ellos.
Hanna contó que muchas veces Yagev y Nadav se asociaban para poder vencer a Alex en los torneos de trivia con los cuales trataban de mantener la cordura en la oscuridad, el calor, el hambre, la incertidumbre, y la falta de aire fresco en el túnel donde Hanna pasó más de cincuenta días antes de ser liberada y donde los otros rehenes siguieron su cautiverio antes de morir, aunque no sabemos exactamente por cuánto tiempo. Hanna no dió detalles sobre violencia física de parte de los guardias, y en el caso de ellos se mantuvo más o menos estable la composición del grupo. A veces se llevaban a algien y llegaba alguien nuevo, pero no muy fecuentemente en los días en que Hanna estuvo ahí.
Las circunstancias de la muerte de todo ese grupo no están claras. Se comentaba por un tiempo que podrían haber muerto por inhalación de gases debidos a un incendio (tal vez causado por un bombardeo israelí en Khan Younis). Luego hubo un aviso oficial de que encontraron signos de balas en los cadáveres recuperados. [Vale indicar que el concepto de “cadáveres recuperados” no es algo muy claro, y perdón que sea tan crudo. ¿Qué recuperaron? ¿Cuánto recuperaron? Cuando uno ve en la televisión o en persona lo poco que pesan los féretros y la ligereza con que los levantan antes del entierro, uno entiende claramente que se trata de algo muy parcial, en el mejor de los casos.]
Hanna nos contó de otra persona que era parte del grupo atrapado en el túnel, Rimón Kirscht, esposa de Yagev. Rimón y Yagev formaban una pareja cuyo cuento de amor era legendario de por sí ya mucho antes del secuestro. Una foto del día de su boda es otra de esas fotos que se han vuelto icónicas en estos diez meses.
Y no menos icónico es el video donde se ve a Rimón el día de su liberación, vestida en un pijama medio avioletado, cuando no dudó en mirar al terrorista del Hamás con mirada desafiante, como diciéndole “contigo tú no te metas!”
y luego se dirigió altivamente con otra prisionera liberada hacia el vehículo de la Cruz Roja sin que nadie la escoltara. Hanna nos contó sobre la escena desgarradora en que las vinieron a sacarlas del túnel, a Rimón y a ella, y Rimón se aferró a Yagev para oponerse a que los separen. Al final, los separaron a la fuerza y se la llevaron junto con Hanna. Hay una callejuela al sur de Tel Aviv donde artistas callejeros pintan graffiti de todo tipo, y encontré por casualidad caminando por ahí uno pintado en honor a ella, que transcribe muy claramente su carácter y su valentía.
Tres entierros en Nirim
El cementerio de Nirim es un lugar especialmente pastoral, silencioso, y muy cuidadosamente mantenido, todo cubierto de verde con sauces, cipreses, y otros árboles que dan sombra a quienes vienen a unirse al recuerdo de sus queridos. Hay una esquina particularmente impresionante y significativa, desde la cual se divisa toda la zona occidental de los campos del kibbutz, que son bastante extensos. El paisaje que se divisa en invierno y primavera, el desierto cubierto de verde y de flores, es realmente impresionante.
Como en todos los kibbutzim, el cementerio es uno de los puntos que cuenta la historia de la comunidad y sus miembros, muchas veces de manera dolorosa. El de Nirim fue diseñado por uno de los paisajistas más afamados de Israel, Dan Tzur (que estuvo entre los fundadores de Nirim, y fue miembro por muchos años). Se construyó a partir de un memorial a los siete miembros jóvenes que cayeron en la batalla legendaria en Nirim, que detuvo el avance del ejército egipcio, en la guerra de independencia en 1948. La ceremonia anual de remembranza nacional se realiza en Nirim en ese punto, donde se cavó una fosa común para los siete.
Lo que empezó como un cementerio prácticamente familiar ha ido creciendo con los años, y no solamente por el curso natural de la vida, en el que se acompaña en su última vía a los miembros más ancianos de la comunidad. Con el triple entierro del miércoles aumentó aún más el número de tumbas de gente joven caída en batallas o en ataques terroristas, y la calma que caracteriza en general ese lugar se vió irrumpida una vez más por centenas de personas que se reunieron para despedirse de Yagev, Nadav y Roei (al tiempo que, a un par de kilómetros de distancia, en Nir Oz, se despedían de Abraham Munder). Fue una tarde muy triste en los campos del Negev.
Una familia que entierra a su hijo es siempre una experiencia humana difícil de sobrellevar. Una comunidad que entierra a tres de sus hijos el mismo día–especialmente después de meses de sufrimiento e incertidumbre, y una montaña rusa en la que se alternan sin parar los altos de las esperanzas (generalmente infundadas) y los bajos de las desilusiones (constantes)–es algo que no se puede explicar con palabras. Nirim siempre fue una comunidad muy unida, y los nexos profundos entre sus miembros se extienden también hacia quienes en algún momento decidieron seguir otros rumbos (fui miembro del kibbutz desde 1977 hasta 2000). Los sábados en la tarde hay reuniones rutinarias con las familias en la plaza de los secuestrados. El miércoles las vinimos a acompañar en el cementerio de Nirim.
Como se ha vuelto costumbre en el país cuando se traen a sepelio cadáveres de quienes estaban (o se pensaban estar) secuestrados, la recepción de honor empezó en la carretera de entrada al kibbutz. (todas las fotos en esta sección - cortesía de Adele Raemer).
Los féretros cubiertos de la bandera de Israel fueron bajados al pozo uno tras uno.
Los elogios fúnebres fueron tan tristes como uno puede imaginarse, con el agravante de que ellos se suman a otras decenas que hemos ya estado escuchando por diez meses. Hanna apenas podía hablar al despedirse de sus dos hijos, mientras Ayelet la sostenía. Ayelet, que es siempre elocuente y es muy conocida como escritora de bestsellers exitosos, dijo que ya se había despedido tantas veces de sus hermanos, que ya no tenía palabras y era poco lo que podía agregar.
Oren, como dije, es generalmente una persona de pocas palabras, y así se mantuvo también en el funeral de su hijo Yagev. Pero su cara lo decía todo, como lo ha estado diciendo durante diez meses ya.
En el entierro también habló Nava Etzion, amiga cercana de la familia Buchstav.
El marido de Nava, Zeevik, está enterrado muy cerca de las tres tumbas frescas. Zeevik murió en el bombardeo a Nirim en julio del 2014, justo hace diez años, en los últimos momentos antes del cese de fuego en la campaña Tzuk Eitan, mientras ayudaba a reparar el sistema de electricidad que había sido dañado. Cerca de Zeevik está enterrado también su papá, Moshé Etzion, un sobreviviente del Holocausto querido por todos por su contsante empeño en ayudar al prójimo. A raíz de la muerte de Zeevik, Moshe se dedicaba diariamente a visitar la tumba de su hijo y después a llevar niños palestinos enfermos desde el cruce de frontera con Gaza a los hospitales israelíes. Seis años después de Zeevik, Moshé murió sobre la tumba de su hijo con el corazón destrozado.
Nava habló sobre los tres hijos del kibbutz que fueron enterrados ese día, pero su relación con ese cementerio es mucho más compleja y triste, y todo el público presente sabía claramente de qué se hablaba.
Al final, el elogio funeral más sobrecogedor fue el que le dedicó a Roei su amigo Yoni Dahan.
Lo traduzco acá con algunos cambios menores. Es obligación leerlo hasta el final.
Roei, eras mi mejor amigo. Todas las tardes, cuando volvías del trabajo con seis botellas de cerveza en la mano, nos sentábamos durante horas y escuchábamos música juntos. La vida nunca será la misma sin ti. Extrañaré las interminables discusiones sobre asuntos sin importancia, en las que nadie podía moverte de tu visión del mundo que dividía todo entre blanco y negro. Extrañaré tu disposición permanente a ayudar y echarle una mano a tus amigos en cualquier situación, porque para ti el valor de la amistad estaba por encima de todo, y ayudar a un amigo era como el llamado de emergencia del ejército a salir al frente. Por eso saliste a atacar a los Nujbas del Hamás con un hacha en la mano, para proteger a tus amigos y a tus vecinos mientras todos nos encerramos en nuestras casas y cerramos nuestras puertas.
Aunque a Nirim le salió relativamente barato lo que pasó ese sábado, la estadística golpeó duramente a nuestra mesa de whist, el juego de cartas que solíamos jugar, al quitarnos la participación tuya y la de Nadav. Nadav era frío y calculador y nunca entendía las ocasiones en que perdía. Tú eras disperso e impulsivo, y jugabas siempre según tu instinto, pero no ganabas menos que él. Dos hermanos, dos opuestos complementarios.
Después del fuerte bombardeo, antes de que supiéramos que había terroristas que se habían infiltrado, salí un momento a buscar mi caja de cigarrillos. Te vi tirado en el suelo, después de que ya te habían matado. Por suerte no te reconocí y rápidamente volví adentro pensando que alguien del kibbutz había muerto tal vez por la explosión de un cohete. Más tarde pensé que era un terrorista muerto en la batalla y solo unos días después supe que eras tú. Cuando no llegaste al fin del día al punto donde todos nos reunimos, todavía quise creer que estabas escondido detrás de algún arbusto, aislado del mundo y de tu celular como siempre, hasta que a la mañana siguiente nos informaron sobre tu muerte y sobre el secuestro de Nadav.
El siete de octubre yo había recién salido de otro episodio de hospitalización bastante larga en la sección cerrada de cuidados agudos en el hospital psiquiátrico. Mi situación médica era totalmente desbalanceada, pero tanto Dios y como tú velaron por mi. Siempre te reías diciendo que la relación entre mis amigos y yo con mis hospitalizaciones era como la de Israel con el Hamás. De manera periódica y repetitiva, yo (Hamás) entraba en episodios cada vez más difíciles y obligaba a mis amigos (Israel) a adaptarse consecuentemente. Así que me alegra informarles que desde aquel día ya estoy nuevamente equilibrado, ya no juego con las medicinas y mi situación es estable. Ya estoy harto de todas esas rondas interminables. Esperemos que algo parecido le pase también al verdadero Hamás también, porque sabemos que nuestro Israel ya está completamente cansado de esas rondas.
Algunos días antes de la hospitalización, que fue justo antes del siete de octubre, discutíamos si me volverían a hospitalizar. Yo pensaba que eso no pasaría y te ofrecí una apuesta de mil shekels. Pero tú odias los riesgos en materia de dinero, así que cambiaste la apuesta y jugamos al honor. Acordamos que el perdedor se arrodillaría en presencia de al menos dos testigos y declararía: “Tenías razón, tenías razón, tenías razón”. Y bueno, ahora que tenemos acá tantos testigos, me arrodillo ante tí, mi querido amigo, que supiste conocerme y cuidarme hasta en los momentos más difíciles, y declaro oficialmente:
“Tenías razón. Tenías razón, tenías razón”.
Y ahora?
Contrariamente a los hombres de la familia, siempre callados y retraídos, en el lado femenino de los Buchstav se encuentran dos mujeres muy elocuentes, la mamá Esther y la hermana Nofar.
Con su estilo muy moderado pero siempre agudo, ellas se han convertido en portavoces muy solicitadas y muy articuladas de los movimientos de protesta en pro de un acuerdo que devuelva a los secuestrados, vivos o muertos. Ellas han sabido expresar un mensaje que a primera vista es difícil hasta de imaginar: aunque muerto, con la devolución de los cuerpos y la posibilidad de enterrar a Yagev en Nirim, ha habido un momento de consuelo, un círculo que se ha cerrado en este proceso tan terrible y tan prolongado. Ahora hay una tumba que se puede visitar.
Lo que provoca aún más tristeza es ver cómo todo el debate público alrededor de los rehenes y la posibilidad de una negocaición se ha polarizado y politizado. En muchos casos, políticos cínicos y sin escrúpulos han convertido a las familias de los rehenes en enemigos del pueblo, blancos de ataques venenosos en los medios, y muchas veces de ataques físicos en los lugares que las familias se reúnen a manifestar. Esther y Nofar contaron que a lo largo de los meses no habían recibido ni una sola visita de algún representante del gobierno o de la coalición. No recibieron ni una palabra de condolencia, aunque sea por escrito, ni siquiera el día en que les informaron de la muerte de Yagev, o en el día del entierro.
La triste ironía del destino es que mientras el gobierno israelí y quien está a su cabeza no se dignan en dirigirse a las familias de los afectados, quien sí ha acompañado personalmente a la familia Buchstav desde un principio, y dirigió un emotivo elogio fúnebre a Yagev, es el embajador alemán, Steffen Seibert, un personaje realmente digno de respeto. Seibert habló en su perfecto hebreo y dedicó un discurso sumamente emotivo que no dejó un sólo ojo sin lágrimas.
Y no menos irónico es el caso de Alex Dancyg para quien--tal y como su hijo Mati lo expresó certeramente hace poco--la gran misión de su vida fue crear un diálogo verdadero sobre el holocausto entre el pueblo polaco y los judíos.
Mientras los representantes del gobierno israelí no se dirigieron ni una sola vez a la familia de Alex en estos diez meses, estando en cuativerio de Hamás Alex fue condecorado con el prestigioso premio por servicio a la humanidad, de la Sociedad Polaca Jan Karski (que lleva el nombre del héroe de la resistencia polaco, reconocido por Yad Vashem como “Justo entre las Naciones” y sobre cuyo valor ante los naizs Alex sabía contar.)
Y los que aún siguen en cuativerio
Al terminar de escribir estás líneas han anunciado en las noticias que otro rehén fue devuelto a casa. Se trata de Kaid Farhan Alkadi (53), de la población beduina de Rahat, que fue secuestrado al lado del Kibbutz Magen. Ya oímos sobre las duras condiciones en las que estuvo recluido, en total aislamiento y desconectado del mundo exterior. Apenas vio la luz del sol durante todo el tiempo que estuvo recluido en Gaza. Dijo que uno de los secuestrados murió junto a él en cautiverio.
La cuenta actual de los rehenes en Gaza (vivos y muertos) es de 108. Inicialmente se hablaba de 251 rehenes. El número se fue reduciendo gradualmente por una serie de razones,entre las cuales se cuentan (1) la identificación de cadáveres (o más bien, restos de cadáveres) de quienes se creían secuestrados y que se descubrieron del lado israelí de la frontera, indicando que fueron asesinado ya el día de la masacre y (2) rehenes liberados en negociaciones o rescatados en operaciones. En este momento se habla de 107 que aún son retenidos por el Hamás aunque no se sabe a ciencia cierta cuánto de ellos están aún vivos. A grosso modo: 116 fueron liberados —principalmente mujeres, niños y trabajadores extranjeros—, 71 siguen retenidos y se cree que están vivos, y 64 murieron; los cuerpos de 30 de ellos fueron repatriados y 34 siguen en Gaza.
Entre todas las misiones complicadas que tenemos en este momento ante nosotros, los israelíes, tal vez la más urgente es tratar de crear un diálogo verdadero entre las diferentes partes del sociedad. Todo indica que eso no va a ser nada fácil.
Comments