La reacción patética de Trump ante los resultados de las elecciones era de esperarse y no sorprendió a nadie, ni a sus opositores ni a sus partidarios. Las dudas que existían tocaban solamente a una pregunta: qué medidas pondría en efecto para tratar de cambiar la decisión clara y tajante del pueblo americano de sacarlo de su puesto a través de un proceso democrático limpio y justo, hasta qué límite estaría dispuesto a dar batalla, cobrando así un precio invaluable a la democracia americana. No sé si Trump abrigaba en verdad (o abriga todavía?) la ilusión de poder cambiar los resultados sea por la vía jurídica, sea con ayuda de legisladores en los estados, o sea por la de la violencia callejera. Por ahora lo que estamos viendo es cómo pasa Trump, sin saltarse ni un solo paso, por cada una de las cinco fases que la sicóloga Elisabeth Kübler-Ross describió famosamente como necesarias en todo proceso de luto ante la pérdida de un ser querido: negación, ira, negociación, depresión, aceptación. No sé si en este caso llegaremos también a la última fase, pero algunos signos alentadores han estado apareciendo aquí o allá. “We'll see what happens” – para decirlo con la frase filosófica más profunda que se le puede atribuir a Trump.
Lo que no puede dudarse en estos momentos es que Trump ha logrado con creces alcanzar una de sus metas más importantes de las post-elecciones: establecer la narrativa falsa según la cual los demócratas le robaron este proceso, que fue, según él, “rigged and dishonest”. Esas son palabras que seguiremos escuchando con frecuencia en los próximos años. Tanto Trump como muchos de sus seguidores y admiradores acompañarán el término de Biden y Harris con esta idea, socavando así desde un principio su legitimidad y tal vez preparando el camino con vistas a la eventual presentación de una candidatura trumpista en 2024. No contento con eso, los obstáculos que está creando en el proceso de transición pueden llegar a tener consecuencias inmediatas en el manejo del país en esta época de crisis, y hasta puede que dañen intencionalmente la economía de manera que dificulte aún más los desafíos que Biden y su equipo tendrán que afrontar. El precio lo pagarán ante todo los ciudadanos americanos. Pero los daños en lo referente a la política internacional pueden ser peores aún, incluyendo, por supuesto, lo tocante a Israel y al Medio Oriente.
Cuando uno mira con tristeza y preocupación los procesos que se dan en Israel, por un lado, y por otro lado la reacción de Trump ante los resultados de las elecciones, mi sincero deseo para con la nación americana es que los políticos republicanos no sigan la vía de sus colegas, allegados de Bibi en Israel. Espero que vayamos viendo en los próximos días más y más ejemplos de actuación sin temor frente a ese personaje tan nefasto, “el catire Trump”
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Aquí en la provincia, muchos políticos israelíes y algunos representantes de la prensa simpatizante han mantenido su apoyo incondicional y hasta entusiasta del hombre y de su narrativa tóxica. El gran daño que ha causado la cultura política asociada con el bibismo y el trumpismo no va a ser fácil de reparar, no sólo por las decisiones específicas que han tomado a lo largo de estos años, cada uno en su contexto, y que siguen tomando en estos días de transición, sino por la manera en que han dañado a largo plazo—sobre todo para mantenerse en el poder a toda costa—las instituciones y los valores más básicos de sus respectivas democracias.
En este momento es interesante observar las tácticas que han seguido en EEUU algunos políticos republicanos y periodistas conservadores para distanciarse gradualmente de su apoyo inicial, o de su silencio, ante la negativa de Trump a reconocer los resultados electorales. Es claro que muchos de ellos entendieron desde un principio la realidad, pero por razones tácticas prefirieron no contradecir en público al boss—o, peor aún, pronunciarse con declaraciones que pudieran resultar molestas a su base electoral—por miedo a arriesgar seriamente su futuro político. Tal vez esperaban que Trump mismo declarara en algún momento que aceptaba los resultados, para gran alivio y tranquilidad de todos los que callaron hasta entonces. Pero Trump no les ha dado ese gusto hasta ahora, y claramente no les piensa facilitar el camino. Políticos como él saben utilizar a fondo situaciones como esta para poner lealtades a prueba y para filtrar a los infieles, o las voces críticas internas, que manifiesten algún tipo de independencia de opiniones.
Muy parecido es el caso israelí, en que Bibi ha sabido utilizar sistemáticamente este método de intimidación política, y así se ha creado y fortalecido la colmena de aduladores que lo rodean hoy en día en la cúpula política y en los medios de comunicación. Se trata de una fila interminable de activistas mediocres y generalmente corruptos, cuyo único mérito es el de saber expresar ante todo micrófono disponible o en cualquier plataforma digital su fidelidad irrevocable hacia el líder. No sé si Trump habrá consultado alguna vez a Bibi al respecto, o si es que este tipo de actitud la traía él de su propia escuela. Pero la manera en que en estas últimas semanas ha hecho bailar a tantos en la vida pública americana según la melodía de su flauta compite muy bien con las habilidades de Bibi, o tal vez hasta la sobrepase.
Uno de los grandes "logros" de Bibi ha sido distanciar de su partido, o de la política en general, a muchos talentos jóvenes que quisieron tomar parte de la dirección del Likud y de la derecha en general en los últimos diez años o más, y que llegaron a destacarse de alguna manera en los cargos que realizaron o llamaron la atención del público, del electorado de derecha, o de los medios. Eso era algo que ni Bibi ni Sara podían soportar y en cada caso tomaron las medidas necesarias para meterse en el camino y alejar el peligro. Lo hicieron con gran éxito y el precio lo está pagando el sistema político en Israel. Lo que recibimos a cambio es vergonzoso. Basta ver el line-up de los miembros del actual gobierno o de la knesset, de parte del Likud, y observar con espanto cómo manejan sus ministerios, o cómo hablan en cualquier entrevista o acto público. Un ciudadano normal, lo que quiere es enterrarse en el suelo de pura vergüenza y de preocupación, al pensar que esa es la gente que está manejando la crisis del corona y de la cual depende el futuro de nuestro hijos y nietos.
Pero no sólo los políticos del Likud han estado en la mira de Netanyahu y su círculo de allegados (lo que aquí en Israel llamamos comúnmente “la pandilla de Balfour”, refiriéndose por metonimia a la calle de Jerusalén donde se encuentra la casa oficial del primer ministro). El ataque más concertado de Balfour ha sido contra el servicio público en general, y sobre todo contra los encargados del cumplimiento de la ley: investigadores en la policía, fiscales, y sobre todo jueces y por supuesto la corte suprema. Se trata del supuesto “Deep State”, que Trump se ha unido con entusiasmo a sus detractores y que Bibi nunca ha dudado en atacar, sobre todo en estos últimos años en que está sumido en investigaciones criminales de corrupción que lo han llevado a las cortes (y que por ahora sigue esquivando con éxito).
El caso más interesante es el del ex Inspector General de la policía, Roni Alsheich. Al igual que Avichai Mandelblit--desde 2016 asesor jurídico del gobierno (cargo que en Israel incluye también las funciones de Attorney General) caído ahora en desgracia ante Balfour por haberse desviado de la obligación de fidelidad ciega al líder--Alsheich fue nombrado a su cargo en 2015 por orden directa de Bibi.
Alsheich tenía en su haber una larga carrera que se consideraba muy exitosa en el servicio secreto israelí (Shabak), y también era conocido por sus posiciones políticas de derecha que no ocultaba, su pertenencia al sector religioso, y su apoyo a los asentamientos. Por debajo de la mesa se tejió un acuerdo según el cual, antes de llegar a ser el jefe del servicio, él pasaría primero a dirigir, como nombramiento externo, la policía nacional. Bibi dio por sentado que este señor, del que muchos (incluyendo quien escribe estas líneas) se burlaron y desconfiaron, trabajaría como un servidor incondicional del jefe mayor y haría lo necesario, sin preguntar mucho, para que las investigaciones penales contra él se detuvieran de golpe. Pero Alsheich fue una gran sorpresa, y lo que hizo fue todo lo contrario: actuando con profesionalidad e imparcialidad, dio luz verde y apoyo total a los investigadores policiales de los casos de los que Bibi era sospechoso, y eso es lo que a fin de cuentas llevó a la formulación de los cargos penales.
Así, Alsheich se convirtió junto con Mandelblit (también él judío observante, una persona crecida dentro de ideologías de derecha y no uno que pueda sospecharse de ser “izquierdista”) en traidores y enemigos del pueblo, según la prédica que salía de los corredores de Balfour. Sufrieron humillaciones y acusaciones, sobre todo en forma de ataques viciosos en la redes sociales que maneja con saña y destreza, el hijo de Bibi, el notorio Yair.
A final de cuentas, por orden de Bibi y de la cuadrilla de Balfour, se le puso fin al servicio de Alsheich en la policia después de sólo tres años y tuvo que retirarse del servicio público. El término de Mandelblit se acerca a su fin también, entre ataques despiadados del lado de Bibi, que sigue desacreditando sin ningún tipo de vergüenza todo el sistema jurídico israelí.
El otro aspecto deplorable de esta actitud la vemos en la forma en que Bibi maneja los asuntos del gobierno frente a los otros miembros de su coalición. Lo vimos antes en la firma de los acuerdos de normalización con los emiratos y ahora en este último encuentro de hace unos días con el príncipe saudita (un encuentro que debe comentarse y al cual tal vez me refiera en una oportunidad futura). Es claro que procesos así deben llevarse en secreto hasta que lleguen al punto deseado. Pero aquí Bibi hizo lo inpensable: ni siquiera puso al tanto a sus propios ministros de defensa y de relaciones exteriores (Gantz y Ashkenazi, de Kajol Lavan - ambos jefes del estado mayor del ejército israelí hasta hace pocos años). No los puso al tanto antes y mientras se llevaban las conversaciones, y ni siquiera les avisó después. Ellos se enteraron a través de la prensa, y el asunto fue tan “secreto” que Bibi se ocupó de que se publique en la prensa al día siguiente, sin antes avisarles. El timing no fue casual para nada, y lo que se buscaba era distraer la atención pública del hecho que Gantz decidió nombrar ese día una comisión para investigar la compra de submarinos alemanes hace algunos años, de la que Bibi puede salir no sólo como más corrupto aún de lo que los tres cargos que ya tiene implican, sino como quien causó un daño irreversible a la seguridad de Israel.
Para humillar a fondo a sus supuestos aliados de la coalición, Gantz y Ahskenazi, en el viaje a Washington a la firma de los acuerdos hace algunas semanas, Bibi no llevó a ninguno de esos dos ministros tan centrales. En su avión sólo hubo lugar para Sara y los dos niñitos, Yair y Avner, como si se tratara de un ecnuentro familiar con los Trump: Donald, Melania, Ivanka y Jarred. Peor aún, el viaje a Arabia Saudita se hizo en un avión privado, sin que nadie en la fuerza aérea israelí lo supiera. Ni siquiera lo sabía el comandante en jefe del ejército, Aviv Kohavi, a quien Bibi aleja sistemáticamente de todo foro importante y nunca consulta con él. Ya muchos han empezado a hablar de Kohavi como una posible estrella que se unirá a la política en los próximos años (yo creo que él mismo todavía o ha dado ninguna indicación al respecto), así que Bibi prefiere empezar a eliminarlo de la escena pública desde ya, antes de que crezca.
Con estas observaciones sobre el viaje "secreto" de Bibi no me refiero solamente al aspecto político, sino a una de la más elementales reglas de seguridad: qué habría pasado si el avión privado tuviera algún problema técnico simple y tuviera que aterrizar de emergencia por el camino? Quién y cómo sabría, y pudiera haber ayudado en caso necesario? Pero Bibi como Bibi, lo importante para él es aplastar y reducir a políticos y servidores públicos, y salvar su pellejo ante la ley.
Como parte de su estrategia de manejo manipulativo, este país se ha ido llevando ya por muchos meses sin que varios cargos centrales estén oficialmente nombrados, y también sin ley de presupuesto aprobada. Desde que Alsheich dejó cu cargo en 2018, no se le ha nombrado sucesor oficial, sino solamante uno interino. Esto es muy conveniente para Bibi, ya que todos loa altos oficiales de la policía, incluyendo el comandante interino, actúan como perritos mascota que no ladran, y las investigaciones han disminuido hasta casi cero, ya que nadie quiere quedar mal con el jefe no vaya a ser que los saquen de la lista de los posible candidatos al cargo, si es que algún día deciden nombrar. Otro cargo no nombrado en estos momentos: fiscal general de la nación, que sería el responsable de los juicios de Bibi. También: director general del ministerio de hacienda, contador general de ese ministerio y el encargado de los presupuesto. Cargos importantísimos para manejar el país inclusive en tiempos tranquilos, y mucho más en tiempos de tormenta como el que vivimos. Igualmente: varios cargos centrales en el ministerio de salud, director general del ministerio de justicia …y pare usted de contar. El presupuesto de 2020 nunca se prensentó y mucho menos se discutió o aprobó, y en este momento el gobierno está haciendo todo lo que puede para no traer a discusión una ley de presupuesto para 2021. Todo esto, relacionado directamente con las tácticas de Bibi para evadir juicio, en medio de la mayor crisis de salud y de economía que ha vivido el país por muchos años.
Y sin embargo, la base electoral de Bibi sigue tan fuerte como nunca, y el culto a su personalidad sigue en ascenso. Un ejemplo grotesco a más no poder, lo vimos en las últimas semanas en un aviso de dimensiones colosales en la autopista central de Tel Aviv, con una gran foto del líder, al lado de la cual decía … (agárrense fuerte en sus asientos …) “Nuestro Amado”. “Amado” … no respetado, no admirado, no … "amado" como amaba Julieta a Romeo. Nunca en Israel, país donde reina el cinismo, se utilizó una expresión así para referirse a un líder, o a una figura pública. Ni siquiera al presidene Rivlin, el personaje que recibe el mayor consenso y apoyo unánime en este país, alguien se atrevería a mencionarlo como "Nuestro Amado".
Y no en balde explotaron las redes sociales con memes ingeniosos a más no poder refiriéndose a este anuncio, y el mejor de todos es éste:
Y bueno ... cuando uno mira con tristeza y preocupación estos procesos que se dan en Israel, por un lado, y por otro lado la reacción de Trump ante los resultados, mi sincero deseo para con la nación americana es que los políticos republicanos no sigan la vía de sus colegas, allegados de Bibi en Israel. Deseo, junto con tantos otros, que vayamos viendo en los próximos días más y más ejemplos de actuación sin temor frente a ese personaje tan nefasto, “el catire Trump” (aunque parecía que en estos días se estaba pintando menos la melena, no?).
Ya se han visto varios ejemplos dignos de mención en las filas republicanas, de quienes prefirieron actuar decentemente, siguiendo una visión responsable para con sus “fellow Americans” al admitir la derrota, antes que cerrar filas con Trump en su campaña de destrucción. Entre ellos se destaca Mitt Romney, que describió la actitud de Trump como “antidemocrática”, y los legisladores de Michigan que negaron tajantemente que haya evidencia alguna indicando que la victoria de Biden en su estado se deba a algún tipo de fraude. Igualmente Chris Christie, quien calificó los esfuerzos del equipo legal que acompaña a Trump de “vergüenza nacional”. Cada día vemos ejemplos adicionales, gota a gota, pero aún estamos lejos de lo que sería digno y necesario.
Y la vergüenza nacional se refleja ante todo en el triste espectáculo que ha estado ofreciendo Rudy Giuiliani al servicio de su cliente y patrón. Cómo es posible, uno se pregunta, que una persona con un record de servicio y liderazgo público tan destacado a lo largo de decenas de años, venda su prestigio tan barato y se deje caer tan bajo? Y además: no sabe él muy bien que en el momento en que no lo necesite más, Trump lo va a tirar al lado del camino como un pañuelo desechable, como el pañuelo con que Giuliani se limpió el tinte de cabellos que le corría por la cara al explicar en público los argumentos rídiculos de su jefe. Tal vez Giuliani quiera hablar con el Secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, que se quejaba en estos días de que Trump lo había echado bajo las ruedas del autobús al conceder la derrota, a pesar del apoyo que expresó a lo largo de los años.
Me pregunto si Giuliani, o cualquier pesona que apoya los esfierzos de Giulinai, vieron el excelente (y pavoroso) documental sobre Roy Cohn, ese temible abogado neoyorquino, que ayudó más que nadie a Trump a subir por la escalera de la corrupción que lo llevó eventualmente a la presidencia.
Al final de su vida, estando enfermo con AIDS y antes de morir, Trump ignoró totalmente a este Roy Cohn y ni siquiera vino a visitarlo. Bueno, ese es, después de todo, el tipo de conducta que Trump aprendió en la escuela del mismo Cohn. Si el caso de Giuliani no le basta a sus partidarios para entender el daño que ha hecho Trump a la democracia, y el desprecio con que trata a cualquier persona, enemigo o allegado, que no le sea útil en este momento, les recomiendo encarecidamente ver el comportamiento de Bibi y de ahí podrán aprender lecciones importantes para el futuro. Son dos jufadores de la misma liga, como Bibi mismo quizo que los veamos, en el anuncio que puse a principio de este post.
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Foto credits:
Alsheij - Credit: Israel Police. License: Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0. Reproduced from Wikipedia.
Mandleblit - Credit: Prokurator11, Uploaded Mar 26, 2017. License: Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0. Reproduced from Wikipedia.
DJ Trump and Roy Cohn - Credit: Sonia Moskowitz Getty Images.
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